‹‹⿻Demonios / Historia ››

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En las crónicas más sombrías de la historia de las tierras eternas, se habla de una raza maldita cuyo nombre no se pronuncia sin temor. No fueron creados del barro ni nacidos del aliento divino, sino formados a partir de la traición más pura: espíritus celestiales que, seducidos por la oscuridad, renunciaron a la luz para abrazar el mal como esencia de su ser. Perdieron las alas que una vez los elevaron sobre los cielos, y en su lugar, brotaron cuernos como símbolo del pacto sellado. Su pureza fue devorada por la ambición, y su forma se volvió reflejo de su caída.

Estos seres, repudiados por toda criatura sensata, son considerados enemigos del mundo viviente y de todo lo que florece bajo el sol. A diferencia de otras razas corruptas, no se les concede ni redención ni compasión. Pues el mal no solo los tocó, sino que creció en ellos como un árbol antiguo, hundiendo raíces en su alma. Su historia se extiende por milenios y, aunque envuelta en velos de mito, es recordada con horror por quienes aún escuchan los cantos de los sabios.

Con la ruina de aquel a quien sirvieron con lealtad feroz, fueron perseguidos sin tregua. Los ángeles que una vez fueron sus hermanos se convirtieron en sus verdugos, y otras razas se unieron en la caza. Muchos cayeron, pero unos pocos lograron escapar, ocultándose en los rincones más oscuros del mundo. Allí aguardan, envueltos en silencio, su aliento apenas un susurro entre las raíces del mundo olvidado.

Y sin embargo, el fuego en su interior no se ha extinguido. Algunos de ellos, movidos por la nostalgia del poder perdido, siguen conspirando en la sombra. Son astutos, pacientes, y su rencor no conoce límites. Donde caminan, la esperanza se marchita. Son la amenaza que nunca duerme, el eco persistente de un tiempo donde la oscuridad gobernaba sin oposición. Mientras existan, el equilibrio del mundo seguirá pendiendo de un hilo.