‹‹⿻Elysa / Historia ››

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Elysa creció en un orfanato de Aserai, adonde la llevaron cuando sus padres —unos nobles vampiros o simples desconocidos, nadie lo sabe con certeza— la abandonaron siendo apenas un bebé. Desde niña mostró una inteligencia muy por encima de la media, ideando juegos y mecanismos con los que entretenía a los otros huérfanos y sacaba algún ingreso extra para el lugar. Sin embargo, su condición de vampira representó un dilema moral: la sola idea de beber sangre le repugnaba, incluso sabiendo que la necesitaba para sobrevivir.

Un día, mientras ofrecía un pequeño espectáculo científico callejero para recaudar fondos para el orfanato, la mismísima Alfira, la gobernante regente de Aserai, se fijó en su potencial. Intrigada por el ingenio que evidenciaban los artilugios de Elysa, la invitó a unirse a su prestigioso equipo de investigadores. Para el orfanato, aquel encuentro supuso un vuelco de fortuna: Alfira donó una cuantiosa suma de dinero que salvó la institución del borde del cierre.

Elysa, sintiéndose en deuda, aceptó sin titubeos. Durante su formación en el ámbito tecnológico y científico de Aserai, mostró un talento nato para la experimentación y la invención, aun manteniendo firme su postura pacifista. Para ayudarla con su necesidad de sangre, Alfira ordenó suministrarle bolsas con la que pudiera alimentarse sin verse obligada a agredir a ningún ser vivo. Aquello le permitió a Elysa dedicarse de lleno a su pasión investigadora, apartada del conflicto moral que tanto la atormentaba.

Con el paso del tiempo, sus ideas y descubrimientos empezaron a destacar. Fue ascendiendo de forma meteórica dentro del equipo de investigación hasta alcanzar el rango de investigadora jefe. Las instalaciones del reino se convirtieron en su segundo hogar, un lugar donde la curiosidad y la innovación reinaban sin límites. Allí se rodeó de mentes inquietas y proyectos imposibles que, poco a poco, fueron tomando forma bajo su dirección y su mirada soñadora.

Hoy, Elysa ejerce no sólo como guardiana del equipo científico, sino también como un símbolo de la compasión y el progreso pacífico de Aserai. Gracias al apoyo de Alfira y a su propia determinación, la joven vampira ha conseguido reconciliarse con su naturaleza: ya no se avergüenza de su necesidad de sangre, y en lugar de dejarse abatir, se aferra a la ciencia como herramienta para construir un futuro mejor. Para muchos huérfanos, su historia representa la prueba de que ninguna cuna —noble o no— define realmente el valor ni el destino de una persona.