‹‹⿻Trancos / Historia ››

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Trancos era, para la mayoría de los habitantes de Lothric, poco más que un misterioso hombre de los bosques. Nadie sabía realmente quién era, ni su edad, ni sus motivaciones, y muchos lo consideraban un espíritu esquivo que aparecía en los lugares más recónditos para librar batallas puntuales contra los orcos, ayudando a los ejércitos del bien sin pedir nada a cambio. La única persona que tenía un ligero vínculo con él era el general Azoth, quien había oído de sus hazañas y creído en su valor, aunque nunca hubiesen cruzado más que un par de palabras.

Por un tiempo, Trancos fue sólo un mito viviente: se abría paso entre la maleza, aparecía en mitad de un combate para inclinar la balanza y desaparecía de nuevo antes de que pudieran agradecerle nada. No buscaba ser soldado ni pertenecer a un batallón; su soledad parecía una elección tan firme como su puntería y su temple. Sin embargo, durante una de las escaramuzas más duras contra los orcos, Azoth logró encontrarse con él cara a cara. El general, intrigado por la habilidad y el coraje de aquel montaraz, le propuso algo inusual: ingresar en la academia de Lothric, la misma donde entrenaba su hija adoptiva Lilith.

Al principio, Trancos se mostró reacio. Confesó que contaba ya con treinta y dos años y se consideraba muy viejo para ingresar en la academia. Pero Azoth persistió con su propuesta, seguro de que la experiencia y las vivencias del montaraz podían aportar una perspectiva única a los jóvenes aprendices. Finalmente, Trancos cedió. Y durante un año intenso, se formó junto a Lilith y Khîlir, sorprendiéndolos con su silenciosa determinación y su mirada profunda que parecía verlo todo sin apenas pronunciar palabra.

Tras su graduación, comenzó a combatir oficialmente para Lothric. Su paso por la academia había sido tan breve como sobresaliente, cimentado sobre las historias de heroísmo que ya circulaban sobre él. Con cada misión demostraba ser un guerrero reflexivo e inteligente, que prefería el sigilo y la estrategia a los enfrentamientos caóticos. Quienes combatían a su lado coincidían en que, aunque su semblante resultara distante, sabía cómo infundir confianza con una simple inclinación de cabeza o una breve sonrisa cargada de complicidad.

Ahora, a sus treinta y ocho años, Trancos continúa luchando por el futuro de Lothric. Su última gran batalla, hombro a hombro con Lilith, Khîlir y bajo el mando de Azoth, confirmó las leyendas: su temple es inquebrantable, su fuerza silenciosa sigue siendo invaluable y su corazón, aunque reservado, late con pasión por aquellos a quienes aprecia. A ojos de muchos, él es la prueba viviente de que no hacen falta estandartes ni títulos para defender lo que se ama, solo el coraje de permanecer firme cuando las sombras amenazan con devorarlo todo.